5O POEMAS DE ARMANDO DUVALIER


LA NOVIA DE PIJIJIAPAN.

Compadre: está anocheciendo
Y me voy a Pijijiapan,
Que la mujer bienquerida
me está esperando con ansias.

Ensillen bien el caballo
y no olviden la vihuela,
que esta noche le daré
mi corazón de poeta.

Apúrate mi caballo,
apúrate por llegar,
que si caminas despacio
nos vamos a retrasa.

Vuela, vuela “pabuyego”
no te me pares enfrente;
vuela a decirle a mi novia
que estaré como a las nueve.

El viento llega sonriendo
del corazón de la selva
y el agua de los zanjones
está cuajada de estrellas.

Quise coger un perico
y traje una guacamaya;
el lorito estaba verde
y dejé que madurara.

Las patas de mi caballo
al resbalar en las piedras,
avientan sobre la noche
Fogonazos de luciérnagas.

-Compadre: ¿Venís enfermo
que estás tan descolorido?
-Compadre, me traicionó
la envidia de un mal amigo.

¡Mal haya cuando me fui
al pueblo de Pijijiapan!
¡Con otro se fue mi novia!
¡Con otro se fue la ingrata!...

-Compadre, está amaneciendo
y voy a Mapastepec,
a buscar en las cantinas
remedio para el querer.








































También lloviznaba el cielo

Era una dulce mujer
con ojos tintos del cielo
y siempre que suspiraba
se sonrosaban los vientos.

Cada vez que sonreía
se aromaba el limonero; 
y cuando en las noches soñaba
se apagaban los luceros;

Y  si alguna vez lloraba
también lloviznaba el cielo.
Nunca dijo que me amaba.

Pero  viví entre su pecho,
y por eso mi corazón
se asoma siempre al recuerdo.


























HACIA EL OLVIDO

Era de tarde. El sentimiento herido
vagaba taciturno en el sendero
y ante el llanto encendido de un lucero
el paisaje quedó semidormido.

Ella estaba a las puertas del olvido
pero su vista en el azul de acero,
y dejó que un suspiro limosnero
se escapara aleteando de su nido.

Afuera, el corazón de las campanas
dulcemente llamó para el rosario…
¡Cómo sentí que cuando al verme solo

dejará que sus órbitas hermanas,
hirieran el paisaje solitario
con dos perlas saltada de su alvéolo!


























LA NIÑA  TONALÁ

¿En dónde estará la niña
que conocí en Tonalá?
Se bañaba junto al río
con espumas de Cristal.

Cuando tiró su sonrisa
sobre el espejo dl agua,
sediento la fui a beber.
para tenerla en el alma.

Sobre su boca tenía
Un oloroso clavel,
y en su pecho, dos panales,
y caracoles por pies.

Probé su boca de azúcar
humedecida de sándalo;
mis labios quedaron dulces
y mi corazón amargo.

Con la seda de sus trenzas
quise hacerme un barboquejo
para llevar su perfume
alrededor de mi cuello.

Me dijo que la esperara
junto a las voces del río
y se fue con su sonrisa
regándola en el camino.

¡Ay, ay, ay, la blanca niña
ya nunca más regresó!...
Quedé a la orilla del río
con luto en el corazón.

Tengo en el alma clavada
hoja de fino puñal…
¿En dónde estará la niña
que conocí en Tonalá?


EL GRIJALVA

El verde corazón de mi provincia
se llena del rumor de sus sonajas
y hasta olvidan los pájaros sus gorjas
al oír sus palabras de elocuencia.

Yo bebí con las manos de la infancia
sus mentas coronadas de burbujas
y me puse en los dedos las sortijas
que deja entre las rocas su presencia.

Cuando el cielo se viste de azabache
va soñando en los dulces panoramas
que hilvanó con agujas de cristales.

Y al quedarse dormido con la noche
van cortando sus búcaros de espumas
los cuchillos de alígeros bajeles.
























PRESENCIA

Esta noche tan clara como el agua,
el corazón, envuelto de tinieblas,
te presiente llegar como un rumor
de mar azul hasta sus venas.

Y eres tú, porque lo dice el viento
que llega inválido a mis puertas
trayendo el suspiro que olvidaste
a la orilla de remota primavera.

Lo dice el cielo que me vio vestir
tu nombre con las túnicas de seda,
cuando apretaba el corazón tu imagen
como aprietan los dedos una perla.

Me lo dicen las hojas angustiadas
del otoño perdido por la tierra
y que un ocaso nos hicieron valla
para ver tus pisadas en la senda.

Lo dicen las sombras que me han visto
Endulzar mis ojos con la estrella
que deja su emoción sobre del área
llena de la poesía de tu presencia.

Eres tú que derrumbas esta noche
los muros helados de la ausencia,
y la manos de mi alma te aprisionan
como una apasionada enredadera.


RETORNO

Cuando la hermana tierra nieve sobre mis párpados
Entre rosa de felpa me quedare soñando…

Será la primavera de un azul cristalino;
tendrán todas las aves azúcar en sus flautas;
habrá huella de heridas en los blancos rosales
y en el alma del viento sensaciones de albahaca.

En mi hueco de sombra n sentiré tristeza:
oiré cómo agonizar los pálidos perfumes;
un lejano murmullo cuando juegan los niños
y la risa de menta de las aguas azules.

Cuando vuelen los vientos y lloviznen las hojas
escurrirán los hilos amargos de la lluvia;
rezaré humildemente por los canes famélicos
como por la miseria manchada por la angustia.

El día que se tiñan otra vez los rosales
llegará alegremente la emoción a mis labios,
y los niños que me oigan se dirán con asombro:
¡Pero si este poeta no ha muerto!... ¡Está soñando!...





















TU REGRESO

Amada: volverás un día;
Tal vez en una noche vestida de luceros,
Cuando el anhelo reviente sus amarras
Para volar en lo añiles del recuerdo.

Llegarás dulcemente del olvido
Empolvado por tantas lejanía,
Como viene sobre el mar semidormido
Una onda imitando a la espigas.

En leve hendidura de tus huellas
Florecerán las gotas del rocío,
Porque sabrán que vuelves a injertar
Otra vez tu corazón al mío.

Has de volver, y en  esa noche, las estrellas
Que han de estar como dormidas,
Abrirán las pupilas como asombro
Al mirar que me quieres todavía.

Los pájaros que bien tu partida ¡cómo se han de alegrar por tu regreso, que dejaron el luto que guardan  por tu ausencia te formaran una valla de aleteos!

El viento recostado entre los árboles,
olvidara el regazo de los nidos,
y con la felpa denuda de sus dedos
acariciara a piel de tus vestidos.

El perfume que viste los azahares 
se escapan del seno de las novias,
para ungir tu corazón que tiene
la pureza de todas las palomas.

Tu regreso será como la lluvia
que caiga a la semilla de la amnesia,
que grávida en ternura se abrirá
con la dulce emoción de tu presencia.



CORRIDO DE TIBURCIO FERNANDEZ Y DE LAURA MOGUEL


Tiburcio Fernández Ruiz va en su caballo retinto,
 pues se ha levantado en armas del carrancismo.

¡Ay, qué camino tan largo el de Tuxtla a Ocozocoautla!;
el viento es verde suspiro rodando por la mañana.

Cómo se afila la sed sobre las tierras de marzo,
más no siente la fatiga ningún revolucionario.

Las calles de Berriozábal se han vestido de silencio
y llueven de los tejados sonoros copos de fuego.

-Abreme las puertas niña,
que nada te voy hacer;
pues voy para Villa Flores y estoy muriendo de sed.

La niña le dio en un jarro cristales frescos del pozo
pero Tiburcio Fernández se está bebiendo sus ojos.

-¿Cómo se llama la niña de la boca del clavel?
- No diga que es grosería me llamo Laura Moguel.

Al subir a su caballo ¡qué dulce l vio la niña!
y ya de lejos le envió el coral de una sonrisa.

Lleva lumbre entre los ojos, sobre la frente sudor,
una brasa entre los labios y fuego en el corazón.

Cinco lunas han caído sobre las tierras de Chiapas
y un mastuerzo de suspiros se enreda en una ventana.

¿Por qué galopa el corcel del miedo sobre las calles?
Es que han vuelto los soldados de don Tiburcio Fernández.

Ha vuelto Fernández Ruíz al pueblo de Berriozábal y arrastra sobre las piedras dos cascabeles de plata.

-Abreme las puertas, niña, ¿Qué acaso no oyes mi voz?
tengo sed pero su lumbre sólo la apaga tu amor.

-¿Quién es el que toca así esta noche tan obscura?
-Yo soy Tiburcio Fernández que vengo por ti de Tuxtla.

-Ay señor!...¿Por qué a mis puertas viene de noche a tocar?
Para usted, pues si lo miran mi padre lo va a matar.

Tiburcio Fernández Ruiz duerme en sábanas de lino
y tiene anudado el pecho con la cinta de dos lirios.

Quien haya contado un días los hilos que tiene el sol
y las estrellas del cielo sabrá lo que es el amor.

Perfora la noche oscura el gallo madrugador
y el hielo del sobresalto florece en el corazón.

Los pueblos de La Frailesca se apretaron de villistas
y galopó en sus caminos en vihuela la “Adelita”.

Ninguno sabe las vueltas que al mundo el sol le haya dado
 y otra vez el remolino a don Tiburcio lo trajo.

-Abreme las puestas, niña, que soy Tiburcio Fernández;
más la niña no contesta y las puestas no se abren.

¡Ay! Tiburcio ¿qué no sabes que el amor es una llama
que se consume en l noche y es ceniza en la mañana?

Se fue hacia la tierra fría y a la caliente también
y a todos les preguntaba: -¿No han visto a Laura Moguel?

-Amigo, ¡dígame usted si ha visto a mi amada, y dónde!
-La vi en un tren militar que iba rodando hacia el norte.

Con arte grabé mi nombre en cinc balas de acero;
donde quiera que la encuentre se las pongo sobe el pecho.

Tiburcio Fernández Ruiz se va para Cintalapa
y le pesa el corazón mucho más que las cananas…










VAMOS AL VUDU!...
Canto Negro
 
A Vincent Adul que desde mi pueblo
sigue cantando a su dorado Haití.


Vicente Azul está triste
porque he contemplado el mar…
Vicente Azul está triste entre sus labios murmura
ñáñiga, fárfara, ¡helás!
(ñáñiga, fárfara, ¡helás!)
una canción en patuá.

Vicente Azul tiene un ojo
porque el otro lo fue a enterrar
por jugarse a cuchilladas
a una negra de Tonalá;
mas dice que para ver
lo poco que hay en el mundo
con uno le sobra ya.

No falta a ninguna fiesta
para cantar y bailar
décimas y zapateados,
pero borracho lo olvidan
porque es un “negro jugador”
que solo sabe llorar.

Pero te quiere, Vicente,
porque mi padre y tú,
vinieron  de la Española
cantando en el mar azul;
él primero, luego tú,
pero en el mar…
¡Nandambambú!

Mi padre vino de allá
y eso lo sabes tú;
vámonos, Vicente Azul,
vámonos ya,
de Tolomita a Carretas
y de aquí para Pijijiapan;
¿te acuerdas de San José?
¡Sarakolé!

Luego, desde la ardiente Jamaica
a las montañas de Haití,
a las Azores azules
y tal vez hasta San Thomé.

¿De dónde eres, Vicente Azul?
¿De dónde, Vicente soy?
¿Acaso del Senegal
o tal vez del Camerún?
¡Borocotó!... ¡Borocotó!...

Vicente Azul está mudo
inmóvil junto a la mar
–vidrio, sal y añil-.

Vámonos ya,
vámonos, Vicente Azul,
vámonos por el mar;
vámonos, Vicente Azul,
vámonos al vodú
que está sonando el tam-tam.

Vicente Azul es el diablo
para cantar y bailar,
mas quién sabe que habrá tomado
porque hoy no sabe ni hablar.

Se le enreda entre la lengua
una canción en patuá:
“Lilamba, niña del Congo,
Nakitumba, niña de Angola,
déjame solo, marimba,
mirándola sobre las olas;
sobre las alas,
marimbula,
del mar salobre…”

Pero te quiero, Vicente,
porque una madrugada así,
tú y mi padre ¡helás! mi padre,
cantando
subieron a un bergantín:
él primero, en Santo Domingo,
después tú en el dorado Haití;
él con marimbas dentro del sueño
y bajo las sienes zafir;
tú con relámpagos de sonrisas
y en el pecho el tam- tam sonoro
perdiéndose en el confín…
¡Hasta el Africa y Campeche!
¡Ay de ti, carabalí!

Vámonos al vodú,
Vicente;
vámonos al vodú,
ñingena;
¿no oís a Nana Buluku
que está llamando a la gente?

Bébete una bilumbela,
milongo,
pero vámonos ya
con la marimbela;
vámonos, manicongo,
 entre la kitambula,
sobre la kumurumba;
vámonos a la selva
con Nakitumba.

te voy a prestar mis ojos
para que puedas llorar.

¡Ay de ti, Vicente Azul
porque te ha embrujado el mar!...




VOY  A LAVAR MI CORAZON AL RIO
(Retórnela)
A Daniel Castañeda.

¿Por qué ¡ay, amor! hasta el silencio mío
llega el recuerdo con su flama viva?
Para apagar tu verde siempreviva
voy a lavar mi corazón al río.

¡Ay!, la dulzura que me dio tu fruto
se hizo amarga en la insomne primavera,
y hoy que siento la ausencia prisionera
voy a vestir mis lágrimas de luto.

Si sembraste la mies en el erío
tienes laureles que el dolor cultiva;
para arrancarme la emoción cautiva
voy a lavar mi corazón al río.

Porque fuiste en el cauce de un minuto
angustiada y tenaz enredadera,
esta noche de insomnio sin frontera
voy a vestir mis lágrimas de luto.



TROPICO
A Santiago Serrano.

¿Quién sacude su túnica de olores
y puebla los torrentes de armonía,
cuando el trópico pasa bajo el día
y despliega banderas de colores?

Hierve el fuego en la sangre de las flores
y se aprietan las pomas de ambrosía;
reverdecen las aves la poesía
y la selva se afina de rumores.

Arde el cielo sus tintas oriflamas
y el viento que revuelve sus cristales
amotina la tarde de murmullos.

Cuando apaga el crespúsculos sus flamas
abre el río sus labios musicales
y la noche su cofre de cocuyos.



CANTO DE AMOR A CHIAPAS

Para don César A. Lara.

Quiero ¡oh, Chiapas! Decirte mi homenaje
porque llevo tu sangre entre las venas,
en los ojos tu inédito paisaje
y en mi ensueño la miel de tus colmenas.

No tengo la poética elocuencia
de las aves que te hablan en su idioma;
más te doy de mis versos la cadencia
que aprendí de tus labios de paloma.

Tu suelo es una nítida esmeralda
vestida con olor de madreselva
y llevas en la frente la guirnalda
que hicieron la orquídea de tu selva.

¿Quién puso en el relieve de tu mapa
donde florece el corazón del día,
una alfombra de musgo en Cintalapa
y un poeta que dijo tu poesía?

¿Quién pintó sobre el cielo tus quetzales
a la hora que en prismas te derramas,
y en el viento, sonoro de cristales,
despliegan sus gallardas oriflamas?

¿Quién no lleva prendida en las retinas
la aligera esmeralda de tus loros,
tus pinares envueltos de resinas
y la aurora en las astas de los toros?

¿Quién olvida la flor de tus celajes
sobre el bosque repleto de murmullos,
y la noche, quemando tus paisajes
con una pirotecnia de cocuyos?

Chiapa de Corzo luce su donaire
con la elegancia de su criolla veste:
una randa de flores en el aire
y la tarde en un fino xicalpeste.

Pichucalco es un búcaro de flores
que destapa en el aire sus redomas,
la jaula de sus pájaros cantores
y el estuche de azúcar de sus pomas.

Comitán de las Flores, tus mujeres
son una pajarera de alegría;
si con los dardos del amor nos hieres
se endulza de esperanza la poesía.

Tuxtla, indita de encantos hechiceros,
lleva al viento la aurora en sus olanes,
en las noches, aretes de luceros,
y en los labios carmín de flamboyanes.

Tapachula es la tierra prometida
que florece en tus costas fascinantes
y fue una estrella que quedó encendida
en el sueño dorado de Cervantes.

En San Cristóbal de las Casas arde
el blanco fuego del fervor cristiano;
si viviera Ramón López Velarde
por ti se abriera el corazón ufano.

Las mujeres del verde Villa Flores
son vírgenes de fuego azucarado
y sus hombres alegres cantadores
que se juegan la vida en un “volado”.

Montebello es una prima de colores
donde bebe el crepúsculo su tinta
y en tu selva vibrante de rumores
pasa a galope el bronco Usumacinta.

Fue tu suelo un emporio de cultura
mucho antes que llegara la Conquista;
Palenque nos legó su arquitectura
y Bonampak su corazón de artista.

El amor que murmura su reproche
al pie de enamorada enredadera
lo cantan tus marimbas en la noche
con la miel en sus lenguas de madera.

Eres siempre una feria, tierra mía,
en el frágil bajel de nuestras horas,
porque hay dos cascabeles de alegría
en los pies de tus dulces bailadoras.

Te quiero en cada rosa porque el alba
sacude entre los aires sus jilgueros,
porque arrastra la noche en el Grijalva
un sonoro puñado de luceros.

Y te amo por tu verde geografía
ataviada con frescos sembradíos,
por tus aves envueltas de armonía
y los hilos azules de tus ríos.

Te amo con fe desde tu mar sonoro
hasta tu verde corazón de helecho,
porque te siento como estrella de oro
arder entre los lutos de mi pecho.


MÁS LEJOS QUE LA MUERTE

A Manuel Lezama Olivares.

Mira ¡oh, mago! Las líneas de mi mano
y dime ¿desde cuándo mi destino
hizo que floreciera en mi camino
el dulce amor por el que sufro en vano?
                                                                                                                                      
Tú que ves los misterios del arcano,
dime ¿por qué en mi corazón beduino
ha brotado este sueño cristalino,
bello y profundo como el mismo océano?

Dime por qué con tan tenaz empeño
un designio la ausenta de mi vida;
dime por qué en el corazón más fuerte

se secan las raíces del ensueño;
y dime, en fin, por qué si es la elegida
está más lejos que la misma muerte?
























CUANDO TE NOMBRO, CHIAPAS
Al poeta Francisco J. Lara.

I
Chiapas, para nombrarte es necesario
llevar entre suspiros tu presencia
y arrancarle a los ojos la elocuencia
para vestir tu corazón agrario.

En tu nombre aprendí el abecedario
que llenó de violines mi inocencia
y por eso te dí la resistencia
donde sueña un jacinto solidario.

Me llevo floreciendo en los oídos
la música que siembran tus esquilas
 y en un verde suspiro tus aromas;

Me llevo en los carmines tus latidos,
en los ojos tus dulces clorofilas
y en la voz tus parvadas de palomas.

II
Si te nombra mi boca es porque siento
el ámbar que florece en tus colmenas,
la harina de olvidadas azucenas
y la risa de un ángel en el viento.
                                                                                                                         
Cuando digo tu nombre, el sentimiento
se agita enamorado en sus arenas,
mis bajeles revientan sus cadenas,
y se viste con oro el firmamento.

Y cuando alguien disuelve tus cristales
dejando sobre el viento inusitado
 la menta de tu dulce geografía,

en mi pecho hay incendio de corales,
en mi boca un clavel apasionado
y en el sueño algodones de poesía.





III
Te llevo con amor, como un jilguero
quebrando los cristales del verano,
como se lleva ardiendo entre la mano
la brasa apasionada de un lucero.

Cuando supe el azul con que te quiero
bajo mi pecho amaneció el océano,
quemó mi frente su laurel temprano
y mi boca un canario prisionero.

Y quisiera con lumbre enamorada
sembrar mi corazón como semilla
frente al tumulto de tu mar sonoro,

para beberme tu savia alborozada,
tus vidrios olorosos a vainilla
y la canción de tus marimbas de oro…  




























AQUELLA VIEJA CANCION
(Retórnela)
A Francisco J. Lara.

Madre: ¿no sientes la lluvia
caer en tu corazón?
La tarde está triste… Cántame
aquella vieja canción.

“El recuerdo es un diamante
y el alma fino cristal;
¡ay! del amor que retorna
con la amargura del mar.


¡Ay! del amor que nos llena
de luto el corazón
y el olvido…¿Qué más dice
aquella vieja canción?

Mejor no cantes. El cielo
ha enlutado su cristal;
¿Por qué se viste mis ojos
con la amargura del mar?





















¡AY, AMOR, LAS SOLEDADES!
(Retórnela)
A Rafael Cordero Aurrecochea.

Cuando llegas como un presentimiento
se pueblan ¡ay, amor! las soledades,
pero una noche te encadena el viento 
a la orilla de un mar de tempestades.


¿Quién dio la rotación a la poesía
de tus lenguas ardidas de elocuencia, 
y los musgos teñidos de ambrosía
del corazón que guarda tu presencia?

Tu estancia en el desnudo pensamiento
es vértigo de sombra y claridades…
¡corazón de plantaste el sentimiento
a la orilla de un mar de tempestades!

¿De dónde viene la pasión que un día
se disuelve en los ojos por tu ausencia?
¡Flama ardiendo la verde geografía
del corazón que guarda tu presencia!





















ROMANCE DE BERNAL DIAZ DEL CASTILLO
Al Lic. Julio Jiménez Rueda.

Como un soldado del Cid entre la selva cabalga
Bernal Díaz del Castillo rumbo a las tierras de Chiapas.
Va montado en su caballo hundiéndose en la mañana
con la brisa entre la mano y sobre el cinto la espalda.
Don Luis Marín va delante de aquella tropa formada

 por soldados españoles y por fuerzas mexicanas.
En silencio va Bernal sin ver las tierras que pasan;
 sueña en Medina del Campo que ya hace tiempo dejara.

Cuelga del cielo los ojos y el recuerdo en la distancia;
¿en quién soñara la virgen que lloró sobre la playa?
“En las tierras de Castilla hay un castillo de plata,
donde hace castillos de oro mi dueña, una castellana.

No olvidéis que vuestro amor es reverdecida flama
torcida en el corazón que ni la ausencia la apaga…”
Lleva en los labios retoños de esa canción olvidada
que fuera a hilvanar un día al pie de una madrugada.

De pronto rasga su ojos  con su puñal una ráfaga
¡oro!...¡Hay un incendio de oro entre encajes de esmeralda!...
Frota sus ojos y el fuego que arde en su frente. No es nada;
sólo el sol que sobre el río sus lentejuelas derrama.

Tierra adentro se dirigen siguiendo una veta de agua,
y al fin los conquistadores llegan al pueblo de Ixtapa.
 A orilla de este lugar los atacaron los chiapas
probando su valentía aquellas tropas osadas.

Caminaron medio día bajo llovizna de brasas
y vieron que los soldados de bronce los esperaban.
Esos eran los guerreros más bravos de Nueva España
en pie para defender la libertad de sus patria.

Al frente estaban sus dioses que con ritos invocaban
a atrás los duros guerreros, los amos de esa comarcas.
Entre ojos tenían negros cristales en llamas
y en la cabeza gallardos penachos  que al viento ondeaban.
                                                                                                                               

Aullaron sus caracoles y tambores de batalla
 y se vistieron los aires con voces tintas de rabia.
Un relámpago de miedo corrió bajo sus pisadas
al ver aquel mar de bronce que los campos inundaban.

El Capitán Luis Marín prendió fuego a sus palabras:
“¡Ea, señores!...¡Santiago y a ellos!...¡Que viva España!”
Bernal Díaz del Castillo signió su pecho y su cara
y avanzó para cortar otro laurel a la fama.

El aire azul se rasgó con la alígera obsidiana
y los fusiles hicieron sonoras lenguas de grana.
Chocaron los dos ejércitos de aquella épica raza
haciéndose remolinos que hasta la tierra temblaba.

Los pedernales mellaron el hierro de las corazas
y en la carne se clavaron los dientes de la navaja.
Bernal Díaz del Castillo con su cinta toledana
sembró en los pechos de arcilla estrellas ensangrentadas.

Cuerpo a cuerpo se peleó sobre la tierra incendiada,
 que Bernal quedó asombrado de aquella gente tan brava.
Los españoles traían relámpagos en sus armas
y es por eso que humillaron a esas huestes indomadas.

Cuando la tarde asomó entre la selva aromada
otra vez iba Bernal con un murmullo en el alma.
Acamparon esa noche junto a un río que cantaba
ya cerca de la cuidad que mucho tiempo soñaran.

Con la aurora atravesaron los vidrios de esa muralla
y de nuevo se cruzaron los aceros y macanas.
Al fin llegaron peleando a la cuidad de chiapa
nublándose el poderío de esa florida comarca.

Vencidos los chiapaneca con el rayo y con la espada,
juraron fidelidad a la Corona de España.
Al poco se sometieron Pinola y Copanaguastla,
los zoques y los chamulas, Hueyhuixtán y Zinacantan.

Camino de Coatzacoalcos ls conquistadores marchan
 llevando verdes paisajes sembrados en las miradas.
Bernal Díaz del Castillo sueña en su tierra lejana
y al peso de los laurales lleva la frente inclina ausencia.

“El recuerdo es una brújula en la ausencia desolada;
llevaos, Bernal, el mío, como un lucero en el alma…”
¡ESTOS AMARGOS CARBONES DE MI PECHO!...

Fue ayer y todavía
me duele el sentimiento.
¡Cómo pueden arder en un segundo
los amargos carbones en el pecho!

Fue en el parque y caminabas
por el paisaje inédito
con los ojos colgados del crepúsculo
y el alma sembrada en el ensueño.

Enmedio de la tarde
tu presencia era un bosquejo
y los cristales bajando de los árboles
te pasaban las manos sobre el pelo

Apenas me miraste y sin decirnos nada
amarrados por el mismo sueño
juntos quebramos los oros del camino
llevando al aire el corazón abierto.

Sonámbula de amor
me diste tus corales trémulos,
pero la arcilla quiere consumirse
y de la tuya quedé hambriento.

Y ahora que esperé
que me hablaras por teléfono
mi corazón permaneció atisbando
a la puerta angustiosa del silencio.

No me hablaste
y en mi sangre anocheció el invierno;
presentí que en los lejanos parques
se arrastraba renqueando el desconsuelo.

Eran las tres de la tarde,
y hoy, diecisiete de enero,
por tu causa, mujer desconocida,
renovó sus antiguas lágrimas al cielo.

Afuera todo me dolía:
un avión aletargado por el viento,
un tranvía como  sonámbulo
que resbalaba en el asfalto negro
y el swin melancólico de un radio
que aullaba desde lejos.

El alma de esta noche
se vistió tristemente por tu duelo
y el corazón inválido te busca
en la entraña más honda del recuerdo.

Tanto me duele tu nostalgia
cebándose en mi pena,
que sólo con la angustia de ese perro
que aúlla como tren cuando se aleja,
a tí, mujer desconocida,
puedo decirte lo que siento.



LA FLOR DEL SENTIMIENTO

¿En dónde nace la emoción que ardida
diluye sus añiles en las venas
y nos hace llorar por la nostalgia
de las aves huyendo hacia la ausencia?

¿En dónde el miedo que nos lima el alma
como gota que muerde la cantera,
cuando pasan aullando a la distancia
los trenes embistiendo las tinieblas?

¿En dónde la raíz de los recuerdos
que clavan sus puñales a la amnesia
en las noches que el viento fatigado
como niño famélico, se queja?

¿En dónde las pasiones que maduran
sus racimos de lágrimas resecas
y que de nuestros párpados insomnes
saltan igual que las astillas, nuevas?

Y ¿en dónde la ternura que aprisiona
la leve pulsación de las estrellas,
hasta hacer borbotar el sentimiento
por el dorado cauce de un poema?

Pero ¿a quiénes les sirve que cantemos
la carne de la rubia primavera,
si al viento que galopa en las ciudades
se acurrucan los niños en las puertas?

¿De qué sirven los tiernos madrigales
tendidos a los pies de la belleza,
si en la sombra agolpándose en las calles
hay senos que desnuda la miseria?

¿Para qué vamos a seguir hilando
las sutiles metáforas de seda,
si en el filo de todas las esquinas
se retuercen dos manos limosneras?




Soñar, soñar al pie de los crepúsculos
y en la noche teñida en madreselva
mientras se hace botín con los sudores
que florecieron en la tierra yerma.

Cantar, cantar igual que la cigarra
que vistió de dulzura la pradera
para izar al invierno nuestra mano
hacia el copo del sol de una moneda.

¿Por qué tratar que el corazón se eleve
como ascienden los niños su cometa,
su aunque se alce jamás reventará
las amarras que lo atan a la tierra?

La flor del sentimiento que llevamos
asida al corazón como una hiedra,
no le sirve ni al perro que se muere
roído por el hambre y por la lepra.

El mar que se revuelve en nuestro espíritu
que en un ímpetu rompa sus compuertas…
¡Hoy debemos servir a los hambrientos
de líderes, caudillos y profetas!






















LAS AVES CANTAN A LAS SEIS DE LA MAÑANA
A mi primo, el Profr. Augusto Cruz Espinosa

Pijijiapan es un pueblo que hacia el norte
es dueño de una cadena de montañas;
tiene al sur un cinturón de esteros
y un mar sonoro con extensas playas.

Junto al mar hay pampas con aguas transparentes
habitadas pro peces y por mangles;
las níveas garzas son hijas de este cielo
y las nubes vuelan igual que los arcángeles.

Algunas noches oímos que a lo lejos
las olas cantan sus dulces cantilenas,
más no es el mar quien canta y lo que oímos
es la risa de eufóricas sirenas.

De las altas montañas a los mares
desciende murmurando entre las piedras
un rio armoniosos que enreda sus espumas
en los árboles que forman sus riberas.

Aquí crecen la verde ceiba y la caoba
y vive el puma de pelo azafranado;
se cultiva la planta de mazorcas de oro,
el frijol más famoso y el mejor cacao.

Los ganados más finos de la tierra
pacen sobre esta verdura prodigiosa
y crecen también las plantas y frutales
que son la fama de la zona tórrida.

Y tendida entre el mar y la montaña
hay una alfombra de jade con roció
donde se alza con gracia y hermosura
el sencillo y apacible caserío.

Las casas tienen los patios florecidos,
pozos con aguas traslúcidas y frescas,
palmípedos, pijijes y palomas
y cantando siempre la mujer más bella.

Hasta ahora nadie sabe por qué existen
en este pueblo fenómenos extraños;
el agua, por ejemplo, sabe a menta
y el aire llega con olor a sándalo.


Si alguna vez se posa en nuestra mano
cualquiera de las aves de esta casa,
nos admira ver que son vidrios de colores
y que sin embargo vuelan y también que cantan.

El céfiro que pasa por las tardes
trae en la mano un perfumado lirio,
y si reposa un momento entre los arboles
teje suspiros con hilos cristalinos.

Las aves cantan a las seis de la mañana,
las mujeres que son novias en el mediodía,
las parvadas de los ángeles de la tarde
y en la noche, como siempre, las marimbas.

Aquí la primavera con su fuego
madura lentamente las mistelas,
el verán dirige el concierto de las cigarras
y el invierno llena con oro las hojuelas.

En la tarde vemos los patios atestados
con carretas, con canciones y con toros,
la alborazada sinfonía de los zanates
y el aire azul la enredadera de los loros.

En las noches bulliciosas de las ferias
dedicada a Santiago y Santa Rita,
¿quién no se ha embriagado alguna vez
Con el vino, el amor o la alegría?.

¿Cómo olvidar sus crepúsculos dorados
que se tienden sobre el mar y sus bajeles
y las olas melodiosas en que las playas
se deshacen con rumor de cascabeles?.

¿Cómo vamos a olvidar sus calles
teñidas levemente por la luna,
los aromas que vuelan de los patios
y sus marimbas destilando azúcar?.

Imposible olvidar a sus mujeres
que con gracia nos dan una sonrisa;
¿Cómo olvidar que tienen bajo el pecho
una campánula de fuego y ambrosia?.

No es posible olvidar al pueblecillo
que vistió nuestros sueños de poesía
y porque en vez de corazón nos dio una rosa
que broto de las vetas ms hondas de su arcilla.







































DE AZUCENA DORADA ES LA NIÑA
A mi sobrina, Nora Cruz Hernández

¡Qué hermosa es la dulce niña
que conocí una mañana
cuando salió de la iglesia
 entre música y campanas.

Su rostro tiene el color
de una azucena dorada
porque nació en un vergel
que está cercano a las playas.

No hay colonia que no sepa
de su belleza y su gracia
y por eso los galanes
no dejan de cortejarla.

Es una hada encantadora
pues simplemente cuando habla
se llena toda la calle
con la dulzura de flautas.

Cuando se pone a cantar
por la noche o la mañana
la acompañan con su cítara
los ángeles de su guardia.

Y cuando llega a reír
aunque se encuentre en su casa,
dos nubecillas se tiñen
ligeramente de grana.

Si baila con la marimba
en los patios o enramadas
hasta las aves se acercan
para poder admirarla.

Cuando alguna vez suspira
por una ilusión romántica
todas las flores se aprestan,
a crecer, pero aromadas.

¡Que hermosa es la dulce niña
con música en la mirada!
!Paloma azul de mi tierra,
flor de oro de Pijijiapan!
Epístola a la muerte

Hija de la noche,
hermana del sueño y del destino,
desde un lugar de México
te dirijo estas palabras elocuentes
para que sepas por escrito
lo que piensa de ti y tu ministerio
un poeta del final del siglo veinte.

Principiaré por decirte
que al igual que todos los hombres de la tierra,
desde niño oí tu nombre con espanto
y fui conociendo con asombro tus leyendas.

Me agitaba en mi lecho con angustia
esperando verte entre la sombra
desgreñada y dando gritos igual que las bacantes;
haciendo muecas de loca vagabunda.
o bien, taciturna, pero espiándome.

Pero cuando llego la primavera
me olvidé de tu nombre y tus hazañas,
y si alguna vez las recordaba me reía,
pues sonámbulo de amor y de esperanza
canté himnos a la vida.

Tiempo después llego el otoño
y, sin saber porque, mi corazón
de tormentoso se tornó tranquilo;
volví a pensar en ti, pero va no tuve miedo,
porque varias veces en medio del camino
te había contemplado con ánimo el sereno.

Entonces comprendí  que desde la noche de los tiempos
la mayor parte de los hombres te calumnia
pues no eres como dijo Hesíodo
el poeta griego que canto a los dioses
la deidad terrible y cruel del corazón de acero.






Eres virgen que cura la vejes nefasta,
diosa que aniquila para siempre el hambre,
madre  que aleja la desesperanza,
santa milagrosa que abate enfermedades,
bálsamo divino que alivia el sufrimiento,
señora del silencio y del olvido.

Se le erigen estatuas al sabio y al artista,
al santo y a los múltiples dioses de la tierra,
al hombre que el destino transformo en el héroe,
y alguna veces también a los atletas,
pero no a ti, ángel compasivo de la muerte.

Más a pesar de la ingratitud de algunos hombres
y de la incomprensión de muchos,
tú, reina y señora del silencio eterno,
seguirás ejerciendo tu noble ministerio
hasta el final del mundo.





 























LA NOVIA DE PIJIJIAPAN

Compadre: está  anocheciendo                                             
y  me  voy  a  Pijijiapan,                                                             
que  la  mujer  bienquerida                                                  
me  está  esperando  con  ansia.                              

Ensillen  bien  el  caballo                                                             
Y no  olvides  la  vihuela,                                                                 
que  está  noche  le  daré                                                             
mi  corazón  de  poeta.                                                                   

Apúrate  mi  caballo,                                                                                    
apúrate  por  llegar,                                                                             
que  si  caminamos  despacio                                                         
nos  vamos  a  retresar.                                                                             

Vuela, vuela   “pabuyego”                                                                
no  te  me  pares  enfrente;                                                             
vuela   a  decirle  a  mi  novia                                                           
que  estare  como  a  las  nueve.                                         

El  viento  llega  sonriendo                                                          
del   corazón  de  la  selva                                                             
y  el  agua  de  los  zanjones                                                        
está  cuajada  de  estrellas.                                                         

Quise   coger  un  perico
y  traje  una   guacamaya;
el  lorito  estaba  verde
y   dejé  que  madurara.

Las  patas  de  mi  caballo
al  resbalar  en  las  piedras,
avientan  sobre  la  noche
fogonazos  de  luciérnagas.

---Compadre: ¿Venias  enfermo
que  estás  tan  descolorido?
---Compadre,  me  traicionó
la  envidia  de  un  mal  amigo.




¡ Mal  haya  cuando  me  fui
al  pueblo  de   Pijijiapan !
¡ Con  otro se  fue  mi  novia ¡
¡ con otro  se  fue  la  ingrata! . . .

---Compadre, está  amaneciendo
y  me  voy  a  Mapastepec,
a  buscar  en  las  cantinas
remedio   para  el  querer.





































HACIA EL OLVIDO

Era  de  tarde.  El  sentimiento  herido
vagada  taciturno  en  el  sendero
y ante el  llanto  encendido  de  un  lucero
el  paisaje  quedó semidormido.

Ella  estaba  a  las  puertas  del  olvido
pero  su  vista en  el  azul  de  acero,
y  dejó  que  un  suspiro  limosnero
se  escapara  aleteando  de  su  nido

Afuera, el  corazón  de  las  campanas
dulcemente  llamó  para  el  rosario. . .
¡Cómo  sentí  que  cuando  al  verme  solo

Dejará   que  sus  órbitas  hermanas
hirieran  el  paisaje  solitario
con  dos  perlas  saltadas  de  su  alveólo!

























LA  NIÑA  DE  TONALÁ

¿En dónde  estará  la  niña                                 
que  conocí  en  Tonalá?                                      
se bañaba junto  al  río                                         
con  espumas  de  cristal.                                     

Cuando  tiró  su  sonrisa                                        
sobre  el  espejo  del  agua,                                   
sediento  la  fui  a  beber.                                       
para  tenerla  en  el  alma.                                      

Sobre  su  boca  tenía                                             
un  oloroso  clavel,                                                   
y en  su  pecho,  dos  panales,                              
y  caracoles  por  pies.                                             

Probé  su  boca  tenía  de  azúcar                         
humedecida  de  sándalo;                                      
mis  labios  quedaron  dulces                                
y  mi  corazón  amargo.                                            

Con  la  seda  de  sus  trenzas
quise  hacerme  un  barboquejo
para  llevar  su  perfume
Alrededor de mi cuello.

me  dijo  que  la  esperara
junto  a  las  voces  del  rio
y se fue con su  sonrisa
regándola  en  el camino.

¡Ay,  ay,  ay,  la  blanca niña
ya  nunca  más  regresó! . . .
Quedé   a  la  orilla  del  río
Con  luto  en  el  corazón.

Tengo  en  el  alma  clavada
hoja  de  fino  puñal. . .
¿En  dónde  estará  la niña
que   conocí  en  Tonalá?





EL GRIJALVA

El verde corazón de mi provincia
se llena del rumor de sus sonajas
y hasta olvidan los pájaros sus gorjas
al oír sus palabras de elocuencia.

Yo bebí con las manos de la infancia
sus mentas coronadas de burbujas
y me puse en los dedos las sortijas
que deja entre las rocas su presencia.

Cuando el cielo se viste de azabache
va soñando en los dulces panoramas
que hilvano con agujas de cristales.

Y al quedarse dormido con la noche
van cortando sus búcaros de espumas
los cuchillos de alígeros bajeles.


























DE PIE FRENTE AL ESTRUENDO DE LAS OLAS.

                                                         Al señor, Venancio corzo flores


Querido pueblo: desde la torre del vigía
que es una de tus múltiples montañas
te dirijo emocionado este poema
procurando ser fiel en mis palabras.

Espero que los pájaros me presten
las virtudes que tienen sus elocuencias
Para poder hablar de tu hermosura
con mí afinada lira de poeta.

Quiero decir en medios de los vientos
que una madrugada me hiciste con tu barro,
Pusiste puñados de sueños en mi frente
y algunas gotas de almíbar en mis labios

Por eso desde niño es que aprendí a quererte
llevándote en lo más hondo de ni pecho,
y tu imagen es brújula invariable
que me indica fielmente mi sendero.

Desde aquí se miran tus fecundos campos
cultivados en grandes sementeras
Que nos ofrecen las sabrosas pomas
durante las cuatro estaciones de la tierra.

Caminando en tu campiña humedecida
sobre globulosa frescos de roció
sentimos que los efluvios de resinas
se dispersan por todos los caminos.

A tu suelo lo envuelve la frescura
de tus ríos que murmuran noche y día
entre los que están los de san diego y Coapa,
pijijiapan, san isidro y margaritas.

Las aves que navegan por tu cielo
son lira en las manos de los ángeles
y son parte de la eterna sinfonía
de los ríos, de los vientos y los mares.

Tus bellas flores   recogen los matices
Con que pintan las tardes el crepúsculo
y con el oro y el almíbar de tu suelo
se llenan las pulpas de los frutos.

Tus esteros son encajes de zafiro
en toda la extensión de tus hermosas playas
y en tus pampas, que son hijas de tus mares,
siempre hay una alegre fiesta de piraguas.

A tu suelo, a tus pampas y esteros
los envuelven música divina
que en la alborada, las tardes y las noches
fluyen de la tierna emoción de las marimbas.

De pie frente al estruendo de las ola
que del mar pacifico llegan a tus plantas,
te digo emocionado que te quiero
inolvidable y dulce Pijijiapan.


























TE SUSPIRO, DORADO PIJIJIAPAN.
                                               A mi primo hermano, Luis Cruz Aguilar


Siempre que estoy ausente de tu suelo,
te suspiro, dorado pijijiapan,
pues recuerdo tu cielo azul con que se tiñen
tus ángeles, tus calles y tus casas.

Recuerdo la belleza que tiene tus montañas,
las turquesas liquidas que hay en tus esteros,
la mullida y verde alfombra de tus campos
y la tibia fragancia de tus céfiros.

Suspiro muy hondo por tus albas de oro
que van regando colores en el día,
por los oros que tienen tus crepúsculos
que envuelven los paisajes de poesía.

Suspiro siempre al recordar tu rio
que alegre pasa cantando entre los arboles
y también por las canciones melodiosas
de tus pájaros, tus vientos y tus mares.

Suspiro por tus predios donde habitan
las jaguares, los pumas y venados;
por tus cedros, tus ceibas y hormiguillos,
tus orquídeas, cafetos y cacaos.

¡Como olvidar tus bucólicas carretas
caminando a la montaña y a los huertos;
a las nubes flotando en las lagunas
y a tus loros zigzagueando entre los vientos!

Suspiro por tus calles provincianas
olorosa a sándalo y anonas,
por la dulzura que tienen tus marimbas
y la nieve que visten tus palomas.

¿Cómo olvidar tus pródigos veranos
que le ponen la lumbre a las cigarras,
Colores al ropaje de los frutos
y aromas a las venas de la albahaca?


Suspiro por las olas de tu piélago
que llegan suavemente hasta tus playas;
Por tus arenas que se tiñen de oro
cuando el cielo se quema entre las llamas.

Recuerdo a tus alegres pescadores
navegando en tus mares y tus pampas
y que al son de canciones amorosas
van tirando su red a la esperanza.

Suspiro al recordar a tus mujeres
que pasan a la iglesia por las tardes
con la flor de una sonrisa entre los labios
regando sus perfumes en las calles.

¡Cómo olvidar tus tardes placenteras
que juntan en conciertos a los pájaros,
encienden los pabilos de la noche
y desatan las brisas del océano.



























LA CANCIÓN DE LA SIRENITA.
                                  A mi sobrina,  Oralia cruz Hernández.

Tendido sobre la playa
una mañana de mayo,
miraba cuando las olas
llegaban del mar cantando.

Vi pasar a las gaviotas,
a los peces voladores,
nubes de oro por la tarde
y cocuyos por la noche.

En medio de las tinieblas
cuando estaba dormitando
llego una bella sirena
acostándose a mi lado.

-Vi que saliste del mar,
pero ¿Quién eres?, le dije;
-Soy del coro de sirenas
 que le cantaron a Ulises.

-Oigo latir en tu pecho
muy dulce tu corazón.




















EL ÚLTIMO VALS


El día que yo me muera, como siempre,
los sentirán dos o tres de mis amigos,
más para todas las personas será un caso
que pasa absolutamente inadvertido.

Lo más probable es que me lleven
al cementerio de Tuxtla la dorada,
a bien familiares y amigos de mi tierra
que es el dulce y adorado Pijijiapan.

Como poeta romántico,
me gustaría morir en el otoño,
que mi tumba se cubra con las hojas amarillas,
mientras suena el aire sus violines de oro.

Seré feliz volviendo a mi tierra,
que una madrugada me hizo brotar como semilla,
que me dio sus jugos para ser un árbol,
y miel para dar fruto de poesía.

Como se acostumbra en todos los velorios,
habrá plática de hombres y mujeres,
algunos hablaran sobre mi vida
y los demás sobre temas diferentes.

Alguien dirá que fui un hombre extravagante,
otro, que era bohemio y solitario,
alguno, que era soñador, ingenuo y bondadoso,
y otros más, que fui un enamorado.

Una hermosa mujer  platicara que fui su amigo,
otra, que siempre fui su pretendiente,
algunas, que no me conocieron,
otras más, que le era indiferente.

Tal vez alguna que pase inadvertida
cuando le pregunten si acaso me trataba,
mueva negativamente la cabeza
pero enjugue discretamente algunas lágrimas.



Ira gritando la rueda de la noche
y revolviendo puñados de bengala,
hasta que la corneta de un ángel nos anuncie
que llega entre colores la mañana.

Mientas llegamos al cercano cementerio
la marimba que tendrá que acompañarme,
ira tocando viejos valses chiapanecos
con románticos motivos musicales.

La vida diaria seguirá su curso:
habrá bullicios en las escuelas y los mercados,
trabajo en los talleres, comercios y oficinas
y en los templos personas que estarán rezando.

Los viandantes verán indiferentes mi cortejo
Y los automovilistas con disgustos,
Pues como dice el “canto a teresa”, de
Espronceda: “que haya un cadáver más
¿Qué importa al mundo?

Me despediré de todos mis amigos
con un sincero y cariñoso abrazo,
y de las mujeres que un día me quisieron
con un beso en el dorso de su mano.

Veré con deleite las rosas y los pájaros
y me acostaré murmurando una poesía,
cerrare los ojos y quedare dormido
oyendo el último vals que toque la marimba.
















Marimbula, marimbule
           A mi tío Virginio Cruz

La mar,
la mari, mari
la marimba,
canta en las tierras de Chiapas,
marimba, marímbala, marimbulá.

Sueña la marimba,
la merimba, merimbela,
murimbula, marimbela.

Ríe la marimba,
la marimbi, merimbi,
murimbó, marimbalí.

Canta la marimba,
la marimbala
darimbala
marimbalá.

Marimbola,
Farímbola.
Marimbolá.

Marimbula,
karímbula,
marimbulá.

Marimbila,
parímbila,
marimbilá.

Morimbala,
sorímbola,
Morimbalá.

Morimbola,
torímbola,
morimbolá.

Morimbela,
yorímbela,
morimbelá.

Gorjea la marimba,
la Marín, morimbe,
murimbuli, merimbumbulí.

La mar,
la mari, mari,
la marimbé,
canta soñando en África,
marimba, marímbula, marimbulé.




































Dos jacintos iniciando el vuelo
(Románcela)


Es una mujer blanca muy hermosa
que tiene hebras de sol en el cabello,
en los ojos dos jades y zafiros
y en la boca dos pétalos ardiendo.

Hay dos tibias gardenias sonrosadas
en la hermosa blancura de su pecho,
y si había todas las palomas salen
con aroma de lirio de su aliento.

Los ojos se detienen en sus manos
que son jacintos iniciando el vuelo,
dos frescas azucenas en el alba
alondras columpiándose en el viento.

Las níveas palmas de sus manos tienen
dos cuencos de rosado terciopelo
y que son dos imanes de ambrosia
donde queda prendido el sentimiento.





















Vuelvo a escuchar a los negros…
A mi primo, el profesor Augusto Cruz Espinosa.

Mi padre y yo caminamos
de Coapa hasta Pijijiapan
para asistir a la feria
de Santa Rita de Casia.

Amarramos los caballos
del tronco de una palmera,
y mi padre me llevó
a una rústica taberna.

El trópico estaba ardiendo
en su acerado crisol
y entre las calles de arena
con furia rodaba el sol.

Cuando vieron a mi padre
sus amigos aplaudieron
pues los hombres y mujeres
siempre le daban su afecto.

Se pusieron a beber
copas de ardiente mezcal
y cuando se emborracharon
principiaron a cantar.

Y dos negros muy borrachos
aullaron una canción
tocando vieja guitarra
y renegrido acordeón.

“La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba
ni oíase rumor,
ni una ave volaba
ni oíase rumor…”





El recinto era de fuego
en esta tarde estival,
pero los negros cantaban
con una voz funeral.

“Apenas la nieve
dejaba su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella
la niña que ha sido
del valle la flor,
la niña que ha sido
del valle la flor…”

Sentí espinas en el pecho
y me puse a sollozar;
afuera bramaba el río
caminando hacia la mar.

Han pasado muchos años
de esta historia de mi infancia,
pero cuando la recuerdo
llueve la nieve en el alma.

Vuelvo a escuchar a los negros
cantar como letanía:
“La tarde era triste
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubrían…”

Vuelvo a escuchar a los negros
de mi terruño natal,
y otra vez mi corazón
quiere ponerse a llorar.










Canción romántica

Lejos, allá, desde un tumulto de perros disecados
los pájaros ardiendo en el otoño;
y aquí, en el fondo de un pozo con cuchillos,
un ángel sonámbulo de amor y carcomido
la vió,  la viola,  la violoncelo
soñando entre sus manos…

En esta media tarde,
la luna, ladrándole a las calles. Yo, inmóvil,
como siempre, hacia el verano.

¿Quién, amada, me ha visto
con ojos de adrede siempreviva
y ha dejado sus lágrimas colgando en la ventana?
¿Por qué con este corazón de vidrio
revolviéndose en astillas de cal y de tinieblas,
clavado contra el muro, grita?
Y un laud  se rasca con las uñas, lentamente,
doce pedazos de cristal amargo.

Vió abí, de vió abí, desde ahí;
tra lalá de bicá;
!Ay,  de vio abí, lalalá, tra lalá !;
!Ay, ay, ay, de bicá de vio abí !..

¿Por qué aullan, dime,
desde los negros parénquimas de lodo
los viejos cocodrilos ácidos, podridos,
si es manca la química del llanto
para quitarle la mugre a mi pañuelo? .

Eres paloma azul66 sobre la lengua
soñando en la nostalgia del mar petrificado, 
submarino de espinas en los ojos, 
guirnalda de silencio entre las manos
y laurel derrumbado sobre el pecho. 

Adoro tu sonrisa de navajas de 
naciendo entre la ausencia paralítica
y tus pétreos adjetivos vegetales
cuando estás bajo la sombra de clarines
o bien como las olas en cruz sobre la playa.
Do, re, mi, fa, sola y solitaria
llueve la noche en los balcones tristes…

¿Por qué no he de arrancarme  los peces incendiados
si la rosa que es la más prostituta de las flores
se alza el vestido y ríe con los gendarmes?.

Dos centímetros cúbicos de sombra
me clavan en el pecho sus cristales,
y yo, con mis veleros pintados de suspiros
te sepulto en el rumbo diferente
al que tiene un dolor de golondrinas.
Voy a sellarme los labios con olvido
y a pegar en la arena las nubes con saliva;
tú, degüella  la tarde con palomas verdes
a los pies de tus ídolos ingratos.

!Andale putilla marihuana, llora;
dale vueltas al manubrio del armonio y canta!
Ay, de vió abí, de bicá,
lalalá;
ay, ay, ay, de vió abí
de bicá.
Lejos, allá…






















!Dejala, amor!…

A serpiente, a heliotropo y a Pegaso
se yergue el corazón entre algodones de oro,
y en un silencio de candados rencos,
de sales estrujadas y tumultos
te están soñando mis palomas ácidas.

Te veo desde la lluvia, insomne,
amanecida en estatua de sal, distante y muda,
pero tiene retoños de veranos en los ojos,
serenado cristal entre los labios
y un eclipse de hielo entre los dedos.

Despliega mi velámen, marinero,
afila tus anzuelos en la sombra,
déjame solo y anudándome
y que un coro de vírgenes heridas,
abrias90 de sol, de tí, de mar, de sueño y todo
saluden con clarines a tu nombre.
 529 pájaros y medio
estaban en astillas, revolviéndose,
¿Te acuerdas?  Era otoño.

Hoy en agrios litorales clavada contra el muro,
estás, amarga y sola.

Corazón de dorada hipotenusa
hirviendo entre los vidrios de estrellas vegetales,
!Quién pudiera llorar las golondrinas
que una madrugada Bécquer
me puso como heladas espinas en los sueños!
Un niño que juega en los jardines
me tiene preocupado. ¿Desde cuándo estará
amansando mis reptiles?96 Yo, lejos, hacia tí,
desde la calle,
aullando…

Solo el sol con pinceles de ceniza
se acuerda de tus pájaros y siempre.
El olor de un relámpago de luna,
lloviznando,
hizo mover un día, recóndito, tu llanto,
y entonces supe porque  entre calcinados musgos
nos duele una distancia de banderas rotas.

Se endulza una paloma al recordarte
en el paisaje,
cuando el violín de un ciego a dos caballos
de fuerza y amargura,
allá, desde la futura ausencia
hizo mover sus émbolos.

!Déjala, amor!…
!Déjala pájaro de vidrio,
amarga entre la mar y el plenilunio inédito;
mírala desde la estatura de los héroes, corazón,
y siémbrala!.

Arranca de la hiedra los suspiros,
 derriba de su frente la guirnalda
y arrastrando desde el horizonte de los ojos
las obscuras clámides del agua,
deja que los serafines, azules como el mar, cantando,
dibujen con sus lirios un símbolo en el aire.



























Su pecho por palomas navegado

América Guillén:
usted que tiene las llaves del crepúsculo,
la nostalgia del mar entre los labios
y el pecho inundado de banderas,
sabrá que desde allá, desde el horizonte de vidrios vegetales,
desde los agrios subterráneos de la ausencia ,
un niño le trae de la mano
su corazón de trigo.

Conozco desde ayer las inhóspitas márgenes del sueño,
la epidermis aérea de la risa
y las espinas lloviendo del olvido;
por eso ahora, entre los túneles del llanto
y en carabelas de céfiro sonoro
vengo a mirar su voz abierta hacia la noche
y su pecho por palomas navegado.


Soy una estatua de cal, hundida en el ocaso
viendo un arpa que con líquenes antiguos
se quita, como niña, sus clámides de azúcar.
Nadie me habló de su presencia ungida de cristales,
ni sabía que tiene usted sus raíces en la lumbre, 
ni que más allá de los muros insomnes del invierno
con una flor creciendo entre la mano
y con trompos de colores en los ojos
está usted velando siemprevivas.

Y es así porque no podrían ser esquifes  llorando entre los mares
Clavar sobre la tarde el suspiro de una rosa,
las agujas azules de un jilguero,
manejar los solsticios de verano
y vivir con el pecho madurando serafines


Solo  usted puede hacerlo
y sabemos que no es fácil.

¿Se acuerda que una tarde escuché sus pasos en la harina,
que la ví1  quebrar entre las manos mis lirios de tinieblas
y arrancarle el otoño a sus semillas
tirándolas al viento?
Más tarde la sentí emocionada primavera
bajo una lluvia de pétalos ardidos,
y por eso ahora, América Guillén, le traigo
mi brújula de vidrio apasionado
y un violín para que con manos de tierra humedecida la proclame.

Usted, cultivadora de tumultos de palomas cristalinas,
de laureles erguidos en la piedra
y de colonias con ángeles cantando:
tiene sus oriflama quemándose en el aire.




































Siemprevivas alemanas

Recuerdo tu sonrisa entre campanas
bajo la harina de palomas muertas
y el sueño con sus válvulas abiertas
te mira como un ángel pero vanas.

Se durmieron las tísicas ventanas
al géiser de mis lámparas desiertas
y un niño acurrucado ante tus puertas
solloza siemprevivas alemanas.

Parábolas en nuevos pergaminos
incendian con dulzura de pescados
al otoño maduro en los caminos.

Y a tu ausencia de trenes olvidados
reverdecen mis perros cristalinos
al llorar tu silencio de candados.

Parenquimas ingratos
Si yo viajara a ti  como en un sueño
llevara el corazón entre sulfatos
enterrando parénquimas ingratos
rumbo a las aves de cristal trigueño.

Por tus valvas de níspero risueño
reverdece el sinsabor de los silbatos
y en este invierno lloverán los gatos
tan la harina y la lumbre de su dueño.

Atardece y los verdes elefantes
presintiendo algún barco hacia lo lejos
encienden al verano que sacudes.

Mientras pasan banderas arrogantes
maliciosos dos jóvenes cangrejos
le muerden el ombligo a mis laúdes.







Como barca entera

Descolgué dos suspiros del manzano
y los puse a pintar la primavera
sabiendo que tu amor se desespera
quemando mariposas en el piano.

Junto al fuego que siembra el hortelano
vivo soñando como barca entera
y la noche, enredándose hacia afuera,
me hace señas impuras con la mano.

Cuando amarras tus risas en colonias
las uvas de tus ojos y donaire
el viento se desgaja entre susurros.

Más hondo que el color de las begonias
se va secando el corazón del aire
y el ensueño poblándose de burros.


























Tribulaciones por un joven dinosauro    

Damas y caballeros:
les presento al joven dinosauro el 26 de agosto.
Saluda… Así… Ahora, brinca… Enséñales la pata de pescado.
Ponte el frac de merolico183 y la cresta de roja cacatúa.
Camina en zancos.
Cloc… cloc… cloc…

!Eres tan ave, tan eléctrico, tan lancha !
Un… dos… un… dos…
Mira, aquí hay un niño floreciendo, famélico, quemado.
 No lo despiertes que se le hizo tarde.
!Resopla con tus fuelles!… !Gira la lengua!… !Enséñales las nalgas!…
No rías con tus cinco relojes descompuestos;
deja crecer la química en las rosas;

dobla bien esa pata de trirreme;
consúmete igual que los ocotes heridos contra el viento.

-Lo sé pero baila porque el muelle, la máscara y el ángel.
-Sí?
-Pues !Marchen!
Fuma esta flor que te ofrecen los dedos de la espuma, sonrosados;
fúmala, para que no te olvides de la lluvia.

Ayarecí con la luna en la boca tostándose igual que los cangrejos
y el radio proclamó el descubrimiento de una mina de pulpos amestrados.

Tienes la culpa de que arrastren contra el viento sus hígados
de azúcar las palomas;
y dicen que le cortaste las plumas de celofán azul a la tortuga
que quedó como semilla, revolviéndose, gritando.

Niño con alas de azucena? por qué te fuiste a dormir entre los cerdos?
¿No escuchas lo que dicen las lenguas del agua en el vientre
de los cántaros, hermoso dinosauro?
Ponte las alas de tierra de mis sueños.

Préstame la flauta que también estoy borracho;
Aún recuerdo la semilla de un barco reventando y desde.
¿Por qué no crece la flor que estaba enredada en los violines?



Se oxidó con tu saliva y por eso es que en los parques
juegan con el eco de tus tripas calcinadas.
Decidme niños:
¿A dónde va esa manada de putas hambrientas, rebuznando?
No lo sé porque tengo espinas doradas en los ojos.
Aunque podría saberlo:
!Ursula, desnúdala y ulúlala!…


Siembra tu pata en medio de la escuela y que florezca;
 que rezumben tus uñas en los trompos.
Cloc… cloc… cloc…
Mejor ponte a suspirar la mandolina.
¿Dónde estarán las mariposas que de niño perseguí jugando?
-Qué?
-No, señor; este teléfono es privado. Aquí sólo yo y mi dinosauro.
-Me indigesté comiendo momias con crema en Oceanía.
-Sí, señor…
-!Envido!

-Sota de copas  y el rentoy parado!
-!Firmes!
Los tambores y cornetas atruenan con la marcha dragona.

Siémbrate, revuélcate y anúdate,
pero no volveras a robarme mis peces de petróleo;
mis camellos con mares anudados;
mis arañas de nieve anaranjada;

mis libélulas de oxígeno;
mis tapires con zumo de cobre lloviznando,
!Cúshila de aquí,  porque siempre serás tan imbécil como flor
desnuda!
Vete a jugar con la ronda de niños que cantan en la playa;
Vete a clavar el otoño con mis líquenes.

¿Lloras, apestoso borracho?
Sí, ya sé tu historia, la de siempre: “Este era un rey… ¡Estupideces!…
Vete a darle coces al espejo. !Suéltalo!…
Alza la pata, agáchate, camina.
Cloc… cloc… cloc…
Dí: muy buenas noches, caballeros.
!Perdón queridos niños:
el sucio dinosauro está orinando!



El silencio de la flauta

Los caminos del otoño no escuchan tu nostalgia
y los llantos no miran tu congoja.
No te siente el jardín abandonado,
no huele el perfume tus murmullos
ni las lágrimas conocen tu amargura.

!Ya no la conocen porque están muy lejos!…
No palpas el sollozo
ni puedes oír el silencio de la flauta.

No ves la tisis del perfume;
no hueles la tristeza que manan los caminos
y no pruebas la nostalgia de la lluvia.
Estás muy lejos… Estás muy lejos.

No escuchas como se agitan
mis labios por la angustia


y sé que te has olvidado de mí porque no sientes
la piel de mis ruiseñores disecados.

Amargo es mi suspiro y tus labios no lo prueban;
no sabes de la lepra de mi ensueño que se agarra
de tí como las raíces de un árbol a la tierra
sin agua, y no ves que mis ojos se han secado.

Estás muy lejos !ay! estás muy lejos.
Yo también estoy muy lejos;
tan lejos que no te veo.

¿Hacia dónde has ido?
No ha madurado tu fuente de caracoles desnudos
ni se oye la canción del viento en los retoños.

Se me olvidó el olor del plenilunio;
recuerdo que era azul como la distancia.

Mis labios te olvidaron.
¿Por qué estás tan lejos?
Estás tan lejos que parece que te has muerto.

!MAR!

!Mar!
!Mar, mar, mar!
Mar amargo.
Mar salado.
Mar ácido.
Mar sápido.
Mar insápido.
Mar intacto.
Mar blando.
Mar áspero.
Mar álgido.
Mar cálido.
Mar marisco.
Mar cebolla.
Mar azufre.
Mar sándalo.
Mar yodoformo.
Mar, cielo azul.
Mar, ojera violada.
Mar, paisaje florido.
Mar, desierto silencioso.
Mar, columpio de los niños.
Voz de amargura.
Grito de lejanía.
Risa de anhelo.
Suspiro de nostalgia.
Llanto de recuerdo.
!Mar, mar, mar!…















Mi novia fue una bicicleta náutica
Al periodista Francisco Cabrera Nieto

¡Ey, familia !…
—Sí, se lo voy a contar porque estoy un poco triste.
Fue un invierno con ágatas canarios
cuando los Santos Reyes, alternativamente solo,
pues nunca había visto un trompo de colores.
Era invierno, digo, y yo era un niño.

Estaba yo cangrejo.

Tronaban los cañones en Europa
bajo verdes palomas desvieladas,
grazanaba tamarindos un perro coronela
y las súbitas manadas panzer ensuciaban
la patria de la alondra y del zafiro:
Rusia.

Ella se va la primera
Hermosa era mi novia
quemando su petróleo de taberna;
yo adoraba sus ostiones sin ombligo,
sus gatos y sus muelas,
sus fósforos de vidrio

Y me alegra que se sepa: hasta sus piojos.
La anunciaban las trompetas del estío
galopando a serpiente de almidón hepático;
tenía un jazmín con cerraduras en la frente,
onza y media de pólvora en los ojos
y dos bajeles midiendo su estatura.

A las doce platicaba con sus títeres
y daba maniquiur a su escopeta;
pensaba en las arañas como suelen
cantar sin su machete y hacia arriba
el otoño quitándose el casquete.

Los domingos ordeñaba su helicóptero
o bien su almeja mandolina en sánscrito:
“¡ay, amor, sin pianola y sin esquife!…
¿Por qué sífula sin dientes,
por qué céfiro olvidado y antier locomotora?”
Le gustaban los adondes con cerveza,
los chalecos en salsa de alhelía
y verano sinfonola sin orejas,
suspirando al mirar que la joven Serenata
con Schubert salía de una pistola.

Me extasiaban sus ánforas de cuando,
su motor fuera de borda bajo el pecho
y el gerundio cabizbajo de sus piernas;
mayor que girándula y durazno
me tiraba algunos chocolates
al darle cuerda a su caja de leopardos.

Por eso, y nada más por eso me estuve telescopio.
Invariablemente a medio día
y aun estando con Guillermo Luzuriaga o con Quintero Reyes,
del Café París, El Gato Negro, Do Brasil
o Fornos, le enviaba en carrusel y con mariachi
algunos sueños en aceite
o bien mi corazón al horno.

La guerra continuamos
¡Plam, plam, rataplám!… ¡Plam, plam, rataplám!…
Seguía la guerra. Marchaba un ejército de imbéciles
a defender el comercio de gringos y de ingleses;
volaba al escuadrón 201
pero yo me sentía como ninguno.

La Cruz Roja, los aviones y bomberos
bufaleaban jugando a los soldados;
corría el aceite quemado de mis lámparas
revuelto con los cerdos, prostitutas y mendigos
y el viento arrastraba por las calles
papeles de excusado.

Había apagones, labraban las sirenas
y en vez de globos se inflaban estandartes;
oía soñar a mis ídolos de piedra,
y aunque todavía ningún idiota
quemaba la primera atómica
yo astrolabio ciertamente como el martes.
¿Pero qué le importa el oro, el comercio,
los gringos, los ingleses a un gallo cosmonáutico?
—¡No, eso no me lo pregunte porque afilo la corneta!



¡Adentro!…
¿Recuerdan Attolini, Sansón Flores y Rosemberg Mancilla,
que a la entrada de (en francés) “La Rata Muerta”,
estiraba sus lágrimas un viejo acordionista?
Marciano camaleón:
ya es hora que te duermas.
Andaba dromedario por las noches
lloviendo marihuana. ¡Aylaralá!… ¡Sí, como siempre, de rompope!…
¡Aylaralá!… Tu romboide ya es del género epiceno.

¿Cuándo enterraron el isóceles de Lara?
¡Ay, Lara!… ¡Aylaralá!
Al “moulin Rouge” llegaba un manco violinista
a tocar un vals con cohetes chinos:
era un artista y yo a caballo por las dudas
quedaba trementina
y quizás la hiña enredándose en los barcos.
Estaba medio tráfico, desnudo,
mordido por veleros alejándose y por trenes quemando clorofilas, y ya
encendidos lloviznaban risas,
cucarachas,
basura, pápalo, bacines, zopilotes muertos
y algunos melancólicos orines.

¡Tres cientos mil para mañana!…
¡Aquí está su numerito, jefe!… ¡Lárgate al carajo!…
Sólo quiero unas botas federicas
contigo las que calzan los cipreces.

Algunas veces golpeando las puertas de la lluvia
y así, medio borracho,
buscaba en el rincón de las boticas
los pedazos del crepúsculo enterrado
en una lata de sardinas.
—Se lo diré porque siempre a lo begonia
pero sólo algunas veces
me duele el saxofón derecho.

¡Háblame, desnuda carabina!… Solo aquí, bajo carbones,
a lo retrete y a lo anillo sueña un coro con vírgenes de almíbar.
Vivía en Tepito y siempre estábamos vihuela
lo mismo que los puentes, ebrios;
y algunas veces de la niebla cóncava
destapaban sus balandros Juan García Jiménez,
Rafael Cordero, Leopoldo de la Rosa
o Luis Octavio Madero.
“Aquella”… y va la segunda
A veces caminaba ensimismado
pero ella me abrochaba la bragueta por teléfono;
era la calle cajeta de Celaya
y debajo aullaba en su cajita de música
el corazón de un niño muerto.

¿Quién no sabe que era un ángel
toreando con un lirio los pulpos militares?
¡Cámara Kodak, ponte alerta!
Soñaba por telégrafo y cenaba clarinetes
suspirando con cristal de golodrinas,
pero eso sí, jamás sonreía sin pantaleta.

De vez en cuando se ponía camelia.

Por la mañana le escurría el azúcar candi
o jugo de toronja hacia la orilla,
mas una madrugada me dejó bandera
y en rubio watercloset enterré a los niños
y di vuelta en carretela.

Afilaba su cuchillo por las tardes
para castrar a rosados querubines
montados a ballena y que campanas,
al cerrar los párpados el día yo despertaba a veces automóvil
mojado por los perros.

¡Ay, platillo volador! ¿Por qué naciste en Pénjamo?

Despedida
No sé qué mano le quita
su ropaje de flautas al castaño,
pero de aquí hasta su merluza clavellina
está glucosa mi azuceno al aire
diciéndole ¡adiós! medio marrano.

Ahora no sé si la recuerdo.

¿Dónde estará?, pregunto a cada puerta.

¿Dónde estará?, pregunto a los gendarmes.

Y por eso desde el jueves me gusta su perfil de gasolina izquierda.
Decidme burros, con vuestra cándida trompeta:
¿Dónde estará?…
¿Dónde estará de escarabajo y corcho?
¿Estará en alguna camiseta jorobada?…
¡No, eso no, tal vez, porque la ausencia!
¡Ay desnudo corazón!… ¿Por qué no te pusieron calzoncillos?
Aún siento el aparato digestivo de las rosas
y el aire de oro teñido en serafines;
¿pero dónde me quedé dormido?… ¡Decídmelo!…
Siguen corriendo los bancos, las violetas, los balcones,
los semáforos, las arpas, los catetos,
¡Pero en sábado!…
¿Quién le ha cortado sus raíces a la luna
y sus doce caballos de fuerza al clavicordio?
Y aunque mi víscera ya no spikinglea,
solo a ti, querido niño, te diré un secreto:
mi novia fue una bicicleta.

Con espuelas alcanzaban sus paraguas
arcángeles flamígeros
¡Úpale, niño!… ¿No quieres los primáticos?
¡Chiqui!… ¡Chiqui!… ¡Cloch!… ¡Ufff!…
¿Se aflojan los tornillos?
¿Te gusta la nieve de frambuesa? ¿No? ¡Entonces, de vainilla!
A mi dadme un sandwich de gargajos.

Último adiós
—Sí, no le niego que tiene sus arrugas,
el salterio bajo líquenes dorados
cuando el reloj se me llenó de olvido,
tan jamás me pregunte por su nombre
porque orégano.

¿Ve esta carta con nenúfares callados
a la orilla anocheciendo de mis válvulas?

Todavía tienen agua las esponjas
y se abren las compuertas,
pero no me pregunte cuando fui zapato
porque no voy a sollozar por cualquier motocicleta.
—Ahora, si usted gusta, platiquemos del oráculo.







La niña y su hipotenusa

Al poeta Óscar Bonifaz Caballero
que trabaja afanosamente en su laboratorio
por encontrar la raíz cúbica del sueño.

Experimento efectuado por un mago con una niña y una hipotenusa
andrógina durante la época del gran camarada Nikita Krushchev,
descubriendo el teorema poético alquimista: “El cuadrado de una niña es
igual a la suma de los catetos de la lluvia y del teléfono: OPA=OG+√S2, V2 o C2”.

La niña llega al jardín;
sonríe y se pone a cantar con su lampiña hipotenusa.
Niña alígera;
hipotenusa cúbica;
niña líquida;
hipotenusa lúbrica;
niña híbrida;
hipotenusa acústica;
niña antípoda;
hipotenusa húngara;
niña logarítmica;
hipotenusa estúpida;
niña alquímica;
hipotenusa adúltera.
Niña de harina,
niña de vainilla,
niña de clorofila,
niña de brisa,
niña de anilina,
niña de trementina.
Hipotenusa pipa,
hipotenusa calavera,
hipotenusa guitarra,
hipotenusa hidra,
hipotenusa, marmota jugando en un semáforo.

La hipotenusa ordeña crepúsculos;
la hipotenusa tuesta bicicletas;
la hipotenusa prostituye equinoccios;
la hipotenusa suspira pistolas;
la hipotenusa fuma cangrejos;
la hipotenusa desayuna cometas.
La niña es cítara con las vísceras auríferas;
la niña es cítara con su grímpola centrífuga;
la niña es cítara con síntomas de canícula;
la niña es cítara con recíprocas mandíbulas;
la niña es cítara con epístola cilíndrica;
la niña es cítara con sílabas en la aurícula;
la niña es cítara con su píldora en la elíptica.
Hipotenusa cuneiforme,
hipotenusa hidráulica,
hipotenusa barragana,
hipotenusa al horno,
hipotenusa, güera oxigenada.
Niña, mandolina vítrea;
hipotenusa, cucaracha de hielo;
niña, espiga violinista;
hipotenusa, begonia estilográfica;
niña, amatista anfibia;
hipotenusa, girándula cacareando;
niña, mandarina oblicua;
hipotenusa, ruleta con calcetines;
niña, esquila paralítica;
hipotenusa, ménsula por quien suspiro;
niña, marimba química.

Hipotenusa de pólvora,
hipotenusa de cemento,
hipotenusa de plomo,
hipotenusa de invierno;
hipotenusa, harina carbonizada.

La hipotenusa es musa de acústica puntiaguda;
la hipotenusa es musa de púrpura metalúrgica;
la hipotenusa es musa esdrújula que rebuzna;
la hipotenusa es musa que se embadurna la cornamusa;
la hipotenusa es musa con alcuza sin albúmina;
la hipotenusa es musa con música en la úlcera;
la hipotenusa es una búlgara merlusa pública;
la hipotenusa es musa con brújula cuadrúpeda;
la hipotenusa es musa energúmena cuando copula.

La niña infla sus prismas,
la niña lidia una anguila,
la niña cintila como cerilla,
la niña afila sus golondrinas,
la niña graniza sus clavellinas,
la niña ensilla una chilindrina,
la niña llovizna sus carabinas.
La hipotenusa gruñe,
la hipotenusa florece,
la hipotenusa almuerza,
la hipotenusa resopla,
la hipotenusa encanece,
la hipotenusa siembra,
la hipotenusa hierve,
la hipotenusa tose,
la hipotenusa embiste.

Hipotenusa como cerradura;
hipotenusa como chimenea;
hipotenusa como ábaco;
hipotenusa como unicornio;
hipotenusa, telégrafo en calzoncillos.
La niña juega en el jardín;
la hipotenusa juega en el jardín;
la niña llovizna en el jardín;
la niña juega en el azufre;
la hipotenusa nieva en el jardín:
la hipotenusa juega en el aguarrás;
la niña llueve fonógrafos;
la hipotenusa atardece teléfonos.

La hipotenusa es escopeta;
la hipotenusa es góndola;
la hipotenusa es termómetro;
la hipotenusa es orquesta;
la hipotenusa es flámula rezando en un burdel.

La niña es risa de encendida parafina;
la niña es lila sin valija ni estampilla;
la niña es una oliva con astillas de morfina;
la niña es lira de neblina cuando gira;
la niña es sulfamida de floridas guillotinas;
la niña es mina de gramíneas de ambrosia.

La hipotenusa borracha empolla ferrocarriles;
la hipotenusa verde hilvana tortugas;
la hipotenusa epiléptica entierra hidrógeno;
la hipotenusa aristócrata vomita veranos;
la hipotenusa vidriada degüella trineos;
la hipotenusa renca amansa aviones con sueño;
la hipotenusa virtuosa resuella fonógrafos cojos;
la hipotenusa violeta calza pájaros de cobre;
la hipotenusa idiota tañe camellos adobados;
la hipotenusa dormida torea esponjas militares;
ENVÍO:
Niña de la era atómica,
un poeta alquimista te ha cantado como eres:
rosa con espinas

 
la hipotenusa manca exprime burros eléctricos.

Un ángel atardecer por teléfono

Cuando golondrines en Chicago

Para el poeta Rodolfo Cruz García,
uno de los pioneros del Alquimismo


No sé quién eres del carbón por dentro
porque el equinoccio equivocado,
dobló un suspiro por las cuatro esquinas
al clavel de tu contorno sonrosado
tiene un satélite sobrina.

No sé tu nombre pues sólo paquidermo
y quien sabe aunque pájaro ruleta
sortija, campánula y melcocha
o salterio soñando hacia la vuelta.

Sé que estás insomne clarinete
dándole cuerda a mis dorados papalotes
que siempre avergonzados
amanecen mi circulo petrolero
con tu lámpara sin lengua saraguato.

Pero tardas en llegar
nadando a carabina y octubre cabizbajo,
empero con dulce maquinaria aparte
tal vez por tu arenque apasionada,
donde quiera tengo tu morado enfrente
y tu embudo calendario en ensalada.

Dile, caimán, con tu siringa abierta,
dile desde calcedonia jorobada,
que estoy a media noche sin aceite;
dile, avión, camioneta y silabario
que entonces, a lo madre y a delfín machete
caliento los motores de la tarde.

Sabrás que soy por mi rendija tuerta
asoleándose la cháchara en domingo;
redonda clorofila de color alisio
y a mí puerta la allende lejanía.

Y cuando golondrines en Chicago
te estaré esperando.

Cuando matutines colorado
te estaré octavado.

Cuando cocodrileschabacano
te estaré tostado.

Cuando añiles requemado
te estaré taladro.

Cuando jacintes regañando
 te estaré soldado.

Cuando membrilles paniaguado
te estaré cuadrado.

Cuando anilles asoleado
te estaré encuerado.

Y cuando orines jorobado
 te estaré de lado.

Te espero fuelle pero no alcachofa
del caimán como simula epicentro
esquila removiendo occipucio carapacho,
conque vírgula de altura y tecomate
espliego de jofaina carabela.
Sin partir y dátiles.

Verás que me estoy sazonando a la parrilla
igual que un avión a la pimienta;
por eso no le digo adiós al bacalao
ni al oriente con ábacos de almendra.

No te digo adiós
porque tengo tu decúbito en azul bicarbonato
y a los pies de mecánica azucena
seguiré como siempre, lloviznando,
con astillas del otoño líquido
y el corazón hollado.




Álgebra famélica

Es el otoño  y se sonríe un camello.
Camina.
Después, con sus finos anzuelos desentierra un submarino
que tiene células de miel bajo la lengua.
Estornuda, mira igual que relámpago prehistórico
y apaga su cigarro.
Sobre la primavera calcinada
galopan los risueños caballitos que suelta de música.
Bosteza.

He aquí su historia:
es padre de crepúsculos y tiene tricolores,
y su hijo menor, un helicóptero con vólvulos.

Por esto es que le camello se niega a fabricar estrellas
sin petróleo,
en tanto que la risa de cuadro
se disuelve en especiales líquidas.
Una serpiente de carburo se entretiene
en hacer sus ángulos de oxígeno.
¡Ay de ti, que olvidaste ponerte un ventrículo
de nueva hoja de lata, camello náutico!

¿Y la música … Sólo se oye un auténtico “¡quién sabe!”
Un poeta quisiera a las serpientes si fuera heliotropos; mas ¿por qué el camello no le ordena clavecines al crepúsculo?
¡Escopeta!




La menta rusa entre silbatos

Si yo, como cualquiera, porque sueño
lleva el corazón entre sulfatos,
pidiera a tus eclipses medio ingratos
tu espiral en decúbito risueño.

En la noche el trópico pequeño
miró la menta rusa entre silbatos,
pero este invierno lloverá con gatos
pues siempre he sido su señor y dueño.

Atardece y los verdes elefantes
suspirando golondrinas a lo lejos
le piden a la rosa que saludes,

Pero al ver tus otoños navegantes
llorar con pena jorobados viejos
se endulza mi emoción con tus laúdes.

Mayo 22 de 1941.
























Pincel con orégano exquisito.

Cuelga del mar mi corazón, repito,
y mide su nivel con sumadora,
pues sabes bien que el toronjil, sonora,
fue un pincel con orégano exquisito.

Olvida que enredándome en circuito
tenga ya tu viruta soñadora;
pero dile al crepúsculo, señora,
no olvide visitarme si dormito.

Deja en otoño caimán su residencia
con media orilla, Motorola y todo
mirando hacer el oro en el enjambre.

También dile al salterio de la ausencia
que amanece las lágrimas de lodo
al soplar mi intestino por el hambre.

Mayo 23 de 1941.




Se oxidaron tus ángeles cuadrados
Al poeta Eliseo Mellanes Castellanos

¿Por qué quitas el oro a mis mañanas
con tu sonrisa de binomio, tuertas,
si el carbón de tu válvula despiertas
oculta mis bajeles y ventanas?

Violeteando tus módilas campanas
con géiser en mis lámparas desiertas,
porque un niño orinándose en tus puertas
suspira golondrinas pero vanas.

Se oxidaron tus ángeles cuadrados
en un trompo con sueños clandestinos
porque siempre tus liquidas. Morados

Por eso ante horizontes jorobados
reverdecen mis perros cristalinos
para aullar a los pies de tus candados.

Mayo 23 de 1941.























Volando con los ángeles

Es de noche y me detengo
a completar el pasaje
y apenas si los faroles
parpadean entre las calles.
                                             
Bajo la niebla se ve
su casa junto a los arboles
¿Qué estará haciendo a estas horas?;
tal vez despierta, esperándome.

¿Estará pensando en mi
oyendo silbar el aire,
mirando tras la ventana

Caer la escarcha en el parque,
tocando un vals en el piano,
o volando con los ángeles?
















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