CANTO AL SOCONUSCO, ARMANDO DUVALIER.
Canto al Soconusco
(A
mi primo Cupertino Cruz Ruiz)
Padre
Soconusco, te canto desde el pueblo
más
hermoso de la costa, Pijijiapan,
que
puso astillas de oro entre mis sueños
y
unas gotas de miel en mis palabras.
Tu
naciste de las raíces de la aurora,
después
que lo pensaron las deidades mayas
y
entre las montañas y la mar sonora
te
hicieron una cuna de tibias esmeraldas.
Cucumatz,
corazón del universo, dijo:
serás
un corredor florido para el hombre
que
vaya hacia la América del sur
o
bien para el que vaya al norte.
Tendrás
las montañas al norte como límites;
al
sur el mar con sus aristas blancas,
al
oriente el rio de las flores, el Suchiate,
y
al poniente los vientos que habitan en Arraiga.
Igual
que las hormigas llegaran los hombres
para
arrancar las riquezas de tu suelo,
más
la tierra que te ha dado es prodiga
y
harás la felicidad de tus dorados pueblos.
Tu
tierra será un gran laboratorio
donde
los hombres hagan sus ensayos,
sembraran
hule, plátano, ajonjolí, algodón
y
plantas que los hagan ricos y admirados.
El
café abundara como en su tierra
y
en las praderas todos los ganados;
seguirá
creciendo la divina planta
para
ofrendarnos el néctar del cacao.
El
sol que habita el volcán del Tacaná
que
ha sido siempre donde vive el fuego,
recorre
en su elegante carroza de granates
en
toda su extensión sus fascinantes predios.
Imitando
mi paso por el cielo, dice,
veloces
barcos surcaran los mares,
tendrás
un ferrocarril y carreteras
y
raudos aviones hendirán el aire.
En
varios lugares detiene su carroza
para
ver sus tierras de parcelas húmedas;
en
Cacahoatán contempla los frutos del cacao
y
la riqueza de la bella Tapachula.
En
Izapa del florido Tuxtla Chico
mira
los edificios y las lápidas
de
la ciudad ceremonial más grande
que
hubo en Soconusco en la época prehispánica.
En
Mazatán, donde abundan los venados,
los
observa con agrado en las mañanas;
luego
contempla a Huixtla progresando
por
su puerta que se abre a las montañas.
En
Huehuetán, la casa de los viejos.
recuerda
los intrépidos olmecas
que
desde San Lorenzo y Tres Zapotes
aquí
llegaron a plantar su tienda.
En
Pijijiapan, pequeño paraíso,
admirado
ve su intensa agricultura;
la
riqueza de su gran ganadería
y
de los esteros y pampas, su hermosura.
Admira
en Tonalá que en Pueblo Viejo
haya
vestigios de las épocas pasadas,
oyendo
al sur las sinfonías maravillosas
que
llegan de los mares a las playas.
Extasiado
se para a contemplar
su
gran recinto de tibias esmeraldas
y
por fin va apagando sus hanchones
para
dormir entre los céfiros de Arriaga.
Este
jirón del trópico se encuentra
en
la bella provincia de las Chiapas.
en
lo más hondo del sureste mexicano
y
al norte de la dulce Guatemala.
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