El paso de mandinga, Armando Duvalier
El paso de mandinga
A
mi tío Cristóbal Cruz
En
la hacienda de San Lucas,
corazón
de la Frailesca,
hubo
un mozuela de ébano
con
sonrisas de candela.
La
adoraban los mestizos
y
los indios tetrecheros,
los
blancos la enamoraban
y
sobre todo, los negros.
Cantaba
al amanecer
lo
mismo que a mediodía,
por
las tardes y las noches
con
voz mojaba en almibar.
Iba
todas las mañanas
hasta
el arroyo cercano
para
llenar con la menta
de
los cristales sus cántaro.
“Mi
nana me ha dicho siempre
que
no haga caso a los hombres
pero
estoy enamorada
del
morenito de Teófanes.
Con
el me voy casar
en
Catarina la Grande,
con
un vestido de Espuma
como
los que hacen los Flantes.
Comentarios
Publicar un comentario